AVISO (900x113)




“Gómel”.




El ligero sonido de la alarma de parada del elegante ascensor, le dio aviso qué ya estaba en el cuarto piso. Su piso. Desde la estación de trenes qué venía escuchando y reescuchando los audios del “Oso”. Esos audios largos y eternos, casi infinitos... Pero qué él, tanto ansiaba recibir, escuchar, archivar y volver a darles vida, en esas tardes húmedas (y europeas) de Gómel. Económicamente estaba magnífico. Había logrado todo lo qué añoraba en poco más de una década. Había partido allá por finales del 98', cuándo comenzaba a crecer a pasos agigantados una crisis qué terminaría de estallar unos diciembres más adelante.




Recién recibido de Diseñador Industrial, con un par de capacitaciones en marketing, con una valija de cuero marrón, rústica, vieja y gastada, y con un puñado de ilusiones había tomado la difícil decisión de dejar su Córdoba natal, para probar suerte en Europa. Su primer destino había sido España, luego Suecia y finalmente había aterrizado en Bielorrusia. Los primeros tres o cuatro meses no habían sido fáciles, pero luego de pasar el primer semestre, se había afianzado en una multinacional al oeste de Ibiza. Desde el primer momento corría con dos ventajas, la primera: su doble ciudadanía, la segunda: su enorme capacidad. Al tercer año se había mudado de empresa y país: dos años en Suecia, para finalmente desembocar los últimos siete, en la actual y hogareña Gómel, ciudad sinónimo de desarrollo.




El concepto de "hogareña" era más un deseo qué otra cosa. Él sabía muy bien en su interior que su hogar estaba en Barrio Alberdi. Nunca había dejado de tener contacto con su familia (mamá, papá y dos hermanas menores) tíos, primos, abuelos y amigos. Y dentro de este último grupo, estaba el más cercano de todos: el “Oso” (casi un hermano más), el de los audios interminables, y el de un corazón más extenso aún.




Al cerrar la puerta de su vivienda, dejó atrás el distinguido pasillo, para dirigirse a la sofisticada y moderna cocina. Era hora de enchufar la sandwichera y tomar un buen café. Habían sido días largos, compuestos por compromisos agobiantes, contratos cerrados a última hora, y "audios" punzantes. Sí... muy punzantes. Una vez que se había establecido en Europa, había intentado tentar al Oso para qué se viniera con su novia, hoy ya su esposa y madre de tres hermosos niños, a laburar con él. Pero su querido amigo, lejos de dejarse llevar por las mieles de un porvenir económico muy significativo, le había dado una respuesta concreta y sólida: - "Mono, Monito, yo te agradezco un montón, y la “Raquel” más todavía, pero entendenos... ella acá es la maestra de tercer grado de la escuela del barrio, y yo... yo soy el panadero de la cuadra principal... Soy el Oso, somos la “Señorita Raquel” y el Oso, acá!!! - ¿Y allá...? -¿Quiénes vamos a ser allá ?




Ante tan contundente argumento, el Mono ya no había vuelto a mencionar ninguna propuesta de ese estilo, sin importar el capital o los augurios de fortuna que estuviesen por delante.




Pero ahora la cosa era distinta. Se había dado vuelta la tortilla: el qué le pedía que pegara la vuelta, era el Oso, a él. Y los argumentos eran bastante contundentes. Las cosas estaban así: el "Pirata", su "Pirata", tenía una oportunidad histórica... estaba a un partido de volver a la Primera A. Simple y llanamente eso. No importaba el rival, no importaba el contexto (dónde no eran los ampliamente favoritos, claro estaba), ni importaba tampoco que definían de visitante. Eran 90 minutos. Tenían qué atravesar esa hora y media, y luego abrazarían la gloria.




Mientras comía el primer tostado, recordaba cada uno de los audios. El quinto de la serie que superaba los cuarenta y tantos, en esos últimos diez días, hacía referencia a saludos mandados por el "Gorrión Manisterra", el vendedor ambulante de bondiolas, lomitos y choripanes, en las cercanías del estadio. El Gorrión había sido compañero de la primaria, y siempre se acordaba de él, y le mandaba imágenes de la improvisada parrilla, a través de las redes sociales. Qué sabor incomparable qué tenían esos manjares. Cómo extrañaba tomarse una lata de gaseosa helada y una exquisita bondiola, mientras se aproximaba a la cancha...




Al próximo sorbo de café no dudó en recordar esas tardes sobre el alambrado... pero sabía qué había otro audio que merecía un análisis más profundo, y quizás fue por eso, qué se levantó de la lujosa banqueta y se dirigió a encender el televisor. Pero luego de 15 minutos estériles de zapping y dudas, se dio cuenta de qué no debía seguir escapando. El audio número 36 era toda una joyita. Aunque lo escuchara 100 veces, sólo lo podía interpretar de una única manera. De una única e individual manera. Así y todo, se dio la chance número 101, se dejó caer sobre el sofá de cuero sintético oscuro, y presionó la tecla qué lo llevó a sumergirse en los festejos del último partido:

- "Mono, monito, no te das una idea lo que es esto... El barrio es una fiesta, estamos empezando a escribir otra historia, no lo dudes más, venite, venite qué todavía estás a tiempo de llegar al próximo partido... Con los muchachos te guardamos un lugar, acá en la camioneta, para volver a Córdoba... Salimos tres para Nuñez, y volvemos cuatro, porque para llegar a Bs. As., vos llegás en avión directamente...", comenzaba el mensaje. Hasta ahí, no se podía negar lo emotivo del momento, pero era algo que sabía sobrellevar. Hasta qué el Oso, comenzó con los golpes bajos, quizás, sin saberlo...: - “Mono, Monito, no te podés perder eeeesto, o mejor dicho, no te podés perder lo que se viene...” - “¿Sabés adónde estoy ahora? - Estoy arriba de la chata de Don Hilario, pero no de la chata nueva, de la chata histórica, porqué el fenómeno, cómo si supiera lo que se venía, la mandó a arreglar toda, para poder ponerla en marcha, y salir a festejar por el barrio después de cada victoria importante, cómo en los viejos tiempos, cómo cuándo estábamos en los primeros años de la secundaria..." - "¿Vos podés creer? -Después de tenerla tirada en el galpón por más de quince años, ahora la dejo cero KM, y yo me siento cómo de doce, sin importar que estoy más cerca de los cuarenta, que de los treinta”; - “¿Te acordás de Don Hilario, no? - El papá de “Camila”... – ¿ De la “Cami” también te acordás, no?”; - “Me imagino qué sí, porqué andábamos todo el día los cuatro juntos, vos, la Cami, la Raquel y yo..”, -¿Sabías qué se volvió, no?, - ¿Yo ya te conté qué pegó la vuelta, no...?” –“Parece ser qué el gil ese qué tenía de esposo, viajaba seguido a Chile y a Uruguay por temas de negocios... Siempre viajaba acompañado de un socio o de su secretaria. Pero de repente arrancó a viajar cada vez más seguido, y siempre con la misma secretaria... -¿Y vos te acordarás que la Cami siempre fue muy avispa, así qué en menos de dos meses, le sacó la ficha, le dio un voleo donde no alumbra el Sol, y se vino a Córdoba de nuevo, con dos nenes preciosos, que tienen la misma edad qué Josecito y Tamara... Se alquiló un chalecito en un country qué está a unos kilómetros de la casa de los viejos, y todos los fines de semana viene a pasarla con ellos... Ya se abrió un estudio y todo, no de gusto se recibió con honores la Cami... Ya hace cómo dos meses que se vino... Los dos últimos fines de semana se la pasó meta mate y charla que te charla, con la Raquel”. –“Y sí…, se extrañaban, y se pusieron al día rapidito, rapidito…”. –“¡¡Pero qué payaso que soy!! Te estaba contando sobre lo afilado qué está el “picante”, sobre lo firme qué anda el “Chiqui”, y de la solidez en el arco qué regala “Olave”... y te salgo con cualquier chusmerio... perdoná Monito, perdoná...”.




Qué pedazo de bruto que era ese Oso. Obviamente que su amigo se acordaba de “Don Hilario” y de “Camila”... Cómo no se iba a acordar de “Camila”...




A todo esto, el Mono ya había vuelto a la cocina para seguir comiendo otro sándwich, ahora más frío qué tibio, y durante la próxima media hora, sólo se había dedicado a tomar café y a pensar... A pensar una y otra vez...



- ¿¿Cuántas posibilidades, existían realmente, de qué la solidez de “Olave”, la firmeza del "Chiqui" y el atrevimiento descarado y rebelde del "Picante" le dieran el pasaje al equipo de sus amores, de viajar directo a la Primera Liga del fútbol argentino…?? -¿¿Cuántas chances verídicas y razonables para el Mono, estaban ligadas a la coherencia??, y... - ¿¿Qué oportunidades habría de qué Camila, estuviese analizando la posibilidad de pasar por la casa de sus padres, qué justamente vivían enfrente de la casa de Don Hilario, a preguntar por él...??




A juzgar por el tono de voz del Oso, y del brillo en los ojos del Mono, las chances, las posibilidades, y las oportunidades reales, parecían muchas...




Quizás fue por eso, qué: dejó la taza de cerámica tailandesa color celeste, sobre la barra de arquitectura vanguardista, y ágilmente corrió hasta su habitación, abrió raudamente el tercer cajón de su mesa de escritorio, palpó el fondo del mismo ciegamente, sacó velozmente su libreta pasaporte con su mano izquierda, le dio un beso a la portada (mientras dos lagrimas rodaban por sus mejillas) y al mismo tiempo con la otra mano libre, se dedicó a marcar el número telefónico de su agente de viajes.

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